2 de junio de 2007
EL VENDEDOR DEL TIEMPO
Érase una vez un tipo corriente que vivía en un sitio aleatorio, en un pisito común, con una hipoteca de por vida. Nada fuera de lo normal. Salvo por una afición de juventud, quizás una obsesión: el estudio del sistema reproductivo de las hormigas de cabeza roja, afición ésta a la que no se podía dedicar por falta de tiempo y que con el paso de los años resultaría ser... ¡una bomba de relojería!
"¡Ay, si fuera dueño de mi propio tiempo!", se quejaba nuestro tipo corriente.
Éste es el protagonista de nuestra historia, un anónimo ciudadano que, con una irracional idea de negocio en la que nadie cree, pone en jaque a la sociedad de consumo. Un tipo corriente que demuestra que cualquier sistema económico que no respete los derechos esenciales de los individuos está abocado al fracaso.
Con una ácida e irónica visión de la empresa, del mundo industrial y del advenimiento del marketing de masas, Fernando Trías de Bes nos recuerda que son los ciudadanos los que sostienen las economías y que puede llegar el día en que los productos de consumo se conviertan en armas para una rebelión silenciosa de los ciudadanos contra los excesos y la irracionalidad del sistema.
Con este libro el lector adquiere mucho más que unas páginas impresas, escritas con inteligencia por un autor de reconocido éxito y encuadernadas en un bonito formato. ¡Está adquiriendo tiempo! ¡Su tiempo!
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1 comentario:
Sin duda la imagen más famosa de la película es en el momento en el que es atrapado por la maquinaria y el es un engranaje mas. Esta secuencia expresa muy bien la situacion de los obreros, a los que solamente se les consideraba un engranaje más de la maquina, el obrero debía trabajar al ritmo de éstas, y sin duda eran lo más importante en una fábrica, la “vida” de estos preciados objetos era mucho más importante y valorada que la de los trabajadores.
También me parece importante la secuencia en la que unos vendedores le presentan al director de la fábrica una nueva máquina, que le da de comer a los obreros mientras que estos siguen trabajando (economía de tiempo). Aunque es una máquina ridícula, al director de la fábrica le interesa bastante puesto que esto supone que sus trabajadores no perderán tiempo comiendo y así se asegura que cada minuto que le paga a sus trabajadores, estos están trabajando. Les pide una demostración del funcionamiento de la máquina, que resulta un fracaso.
Otra excelente escena es cuando Charlot se convierte, sin quererlo, en líder comunista porque agita el trapo rojo de una interrupción de tráfico. Y es rápidamente llevado a la cárcel.
También se observa en numerosas escenas de la película como controlaban cada segundo del trabajo de los obreros: cuantas veces iban al baño, cuanto tiempo pasaban dentro...
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